Entrevista a Fernando López

Almas en pena

Óscar Iván Montoya

Para los antiguos habitantes de nuestro país, el Magdalena no solo era el Río Madre, sino que era, a su vez, el proveedor del sustento, el nexo entre los vivos y los muertos, el sendero sagrado por los que llegaron los ancestros, la arteria principal que atravesaba el territorio de sur a norte. Desafortunadamente, con el transcurso de los años, el Magdalena se transformó en un sistemático botadero de cuerpos desbaratados, profanados, descompuestos, que viajan por su cauce desde caseríos como Purificación, Alvarado, Beltrán, o desde pueblos y ciudades como Puerto Salgar, La Dorada, Neiva o Girardot. “Por ahí pasa la vida, por ahí llega el desarrollo, los médicos, la comida, se transporta lo que se produce; incluso la tierra y el ganado se alimentan directamente del agua del río. Pero se plantea una contradicción, pues, así como pasa la vida, el río también lleva la muerte. Para ellos ha sido muy fuerte que el río se haya vuelto un vertedero de muertos, es un choque emocional”, asegura Fernando López, el director de Memento Mori (2024), película que aborda de manera muy frontal el tema de la violencia endémica que azota a Colombia, pero, no obstante, no se regodea en la barbarie o simplemente denuncia las atrocidades, sino que es la película de cómo un pueblo, a través de los sueños, del espíritu y de lo esotérico, aprendió a vivir con la muerte como vecina, un poco en la misma tónica de Tantas almas (2019), en donde como lo sostiene su director Nicolás Rincón Guille, lo extraordinario no es la violencia sino “la manera cómo la gente resiste, en cómo transforma el dolor en otra cosa distinta, la posible respuesta. Me llaman mucho la atención estas expresiones, porque son señales de luz en medio de tanta oscuridad, son señales que la gente se apropia, las reinterpreta y las hace suyas”.

 

Desde mediados de los años noventa surgió una tradición en Puerto Berrío, en la que los habitantes del pueblo adoptaban a los N.N como sus propios muertos, los enterraban en el cementerio comunitario y les decoraban sus tumbas con colores, flores y vasos de agua, aun en contra de los dictados de los señores de la guerra, que impedían con sus soberbios mandatos que nadie se apiadara de ellos, “que alguien les dé sepultura, que alguien, incluso, los llore”, como dice Antígona en su alegato contra Creonte.

 

Después de la llegada de un cadáver decapitado a Puerto Berrío, el Animero, interpretado por el actor César Badillo, escucha las súplicas del alma en pena y se embarca en un azaroso viaje para recuperar la cabeza y devolverle al cuerpo su dignidad. Para lograrlo, debe atravesar una zona en plena candela, en donde los guerreros de los múltiples bandos jamás piden explicaciones y nunca escuchan excusas. Sin embargo, no descansa hasta que logra llegar al refugio del Moro, y enfrentarse a su arbitrariedad y barbarie, de la misma manera que los tenaces habitantes de Puerto Berrío, tal como lo expone Patricia Nieto en su libro Los escogidos: “Con su lenguaje de colores, de nombres postizos, de rezos antiguos han sido capaces de decir lo indecible, de nombrar lo innombrable, de recordar lo que tantos piden olvidar. Con su religiosidad vestida de arte han resistido una guerra que a quien sobrevive lo condena al silencio. Con sus letanías han denunciado la indefensión en la que fueron asesinados sus ene enes, que es la misma que pesa sobre sus hijos. Con su perseverancia indican que seguirán al pie de sus muertos, aunque en verdad no sean los suyos”.

 

¿Me gustaría que me contarás a qué se refiere la expresión Memento Mori y cómo casa con el espíritu de tu película?

 

El título de la película surgió durante el proceso de escritura, cuando estábamos abordando, definiendo y enmarcando los temas que queríamos abordar, y nos dimos cuenta que teníamos un abanico muy amplio, y que muchos de ellos no tenían que ver exclusivamente con la violencia, o la guerra, o el conflicto, sino que lo que nosotros queríamos hacer era rebasar los temas y enfoques que nos ofrecía a cada día nuestra agitada realidad, como lo pueden ser el duelo personal o colectivo, o los aparecidos que solo aparecen en las cifras, o los personajes que deambulan entre el mundo de los vivos y los muertos: Entonces el título de Memento Mori apareció en el instante en que un título de verdad recogía el sentir profundo de la película: “recuerda que vas a morir”, o “recuerda que morirás”, que era como una especie de mantra que recogía el espíritu de la cinta que, a su vez, tenía mucho que ver con esos cuerpos rotos, desmembrados, asesinados casi siempre, y que pasan a formar parte de los mensajes que se mandan entre los señores de la guerra, y que llegan a través de estos cuerpos destrozados y, en este caso, de un descabezado. Y ese mensaje que llega por medio de todo tipo de atrocidades repite siempre lo mismo a los adversarios: recuerda que vas a morir, que eres mortal, ten cuidado con lo que haces, mira muy bien la forma en que vives.

Entonces el título de Memento Mori apareció en el instante en que un título de verdad recogía el sentir profundo de la película: “recuerda que vas a morir”, o “recuerda que morirás” …

En Memento Mori el leitmotiv es el cuerpo de un descabezado que aparece en Puerto Berrío, arrastrado por el río Magdalena, y aparece justamente como un mensaje, como un memento mori que, por supuesto, en la película tiene muchos significados, sobre todo con lo que tiene que ver con la búsqueda de la cabeza del asesinado.

 

Has puntualizado esa horrible tradición colombiana que tiene que ver con utilizar los ríos como vertederos de muertos, casi siempre con la intención de ocultar las huellas de los victimarios. Paralelamente, se ha desarrollado en diferentes manifestaciones culturales, una tradición que da cuenta de esta espantosa práctica, tanto en el cine con la legendaria El río de las tumbas (1965), de Julio Luzardo; o con Cóndores no entierran todos los días (1972), la novela de Álvarez Gardeázabal, aunque no era en el Magdalena sino en el Cauca en donde arrojaban los muertos; o en el periodismo con Los escogidos, el libro de Patricia Nieto, que registra, aparte de los muertos que bajan por el río, la forma como los habitantes de Puerto Berrío los rescatan y adoptan. ¿Cómo se vincula tu película con esta dolorosa tradición cultural que ha registrado la forma en que los ríos de nuestro país se han convertido en camposantos?

 

Como Una tumba a cielo abierto (2022), que es el título del documental de Oscar Campo. Memento Mori no solo está vinculada a esas películas, novelas y reportajes que mencionaste, sino con la dura historia que le ha tocado vivir a las comunidades enteras, en este caso de Puerto Berrío, durante casi todo el siglo XX y lo que va corrido del XXI. Precisamente en este municipio antioqueño se han volcado verdaderos procesos de exterminio desde los años cincuenta y sesenta, en lo que se conoce como la Violencia, o en los setenta con la consolidación del proyecto guerrillero, y ya en los ochenta y noventa con la entrada en escena de los paramilitares con toda su capacidad de destrucción. desde esos lejanos tiempos, aun antes, no ha dejado de ser un vertedero de muertos, pero desde hace un tiempo surgió el fenómeno de no dejar que el río siguiera arrastrando los cuerpos, sino recogerlos, limpiarlos, acicalarlos, y finalmente enterrarlos y adorarlos.

 

Tampoco se sabe a ciencia cierta quién se inventó esta tradición, nadie podría afirmar “fue tal persona”. La práctica comenzó a ser registrada a partir de los noventa, tal vez fue en esa época que esos cuerpos que nadie reclamaba comenzaron a ser “escogidos” por algunos de los habitantes, y que se resumía básicamente en “este muerto es mío, que nadie me lo toque”. A continuación, se daba un proceso que yo no dudaría en llamar de apropiación del cuerpo a través de los rituales que se iniciaban consiguiendo una tumba, limpiándola, pintándola. La dignificaban poniéndole un nombre y, por lo tanto, dejaba de ser un N.N, y ya era, por ejemplo, Fernando Martínez o José Valencia, y normalmente eran nombres de familiares del adoptante que estaban desaparecidos, y de alguna manera volcaban su duelo familiar en un muerto ajeno. Esa práctica o costumbre fue creciendo y tuvo como epicentro el cementerio de Puerto Berrío y, específicamente, en el área del cementerio en el que estaban los N.N, la gente sin recursos o sin dolientes, los habitantes de la calle. Como una consecuencia no esperada, esa parte del cementerio se llenó de colores, lo que cuenta de estupenda manera Patricia Nieto en su libro, valga la pena el momento para decir que fue uno de los libros inspiradores de Memento Mori cuando comencé a trabajar el guion.

 

Y sabiendo de antemano que Puerto Berrío es una “plaza brava” como se dice en el argot callejero, y más si es para rodar, ¿por qué escogiste específicamente este municipio como locación principal, porque igual pudiste haber rodado en San Pablo, en Bolívar, más arriba, o en el Huila, como lo hizo don Julio Luzardo en El río de las tumbas?

 

Eso es importante porque la práctica de recoger los muertos no es una costumbre que exista solamente en Puerto Berrío, pues es una costumbre extendida a lo largo de los ríos más importantes de Colombia. Pero realmente fue por el libro de Patricia, al que yo conocí a través de un amigo mío camarógrafo, que hacía un tiempo estaba trabajando con el maestro antioqueño Juan Manuel Echavarría, un artista que tiene una obra muy importante, y que en ese momento estaba ejecutando un trabajo llamado Réquiem N.N (2013), una obra que consistía en el registro de la manera cómo se ocupaban las tumbas, y la forma cómo estos nichos que al principio son muy básicos, se van convirtiendo en verdaderos altares con angelitos, flores de plástico de muchos colores.

… Juan Manuel Echavarría, un artista que tiene una obra muy importante, y que en ese momento estaba ejecutando un trabajo llamado Réquiem N.N (2013), una obra que consistía en el registro de la manera cómo se ocupaban las tumbas …

Por ahí fue por donde comenzó ese interés mío en este fenómeno tan extraño que estaba directamente asociado con Puerto Berrío y, en especial, que en ninguna población estaba tan asociada con la figura del Animero, que en Memento Mori tiene una gran presencia, y que en muchos municipios antioqueños y del viejo Caldas, y que en la película tiene un poder especial porque es una especie de médium, un mensajero entre el mundo de los vivos y los muertos, y fue algo que despertó mi curiosidad, y desde ese punto de vista fue que se organizó toda la estructura dramática, una mirada más amplia y más profunda sobre los muertos escogidos, y también era una buena manera de encarar una historia que hablara no solo sobre los muertos, sino también del mundo de los vivos, de la tragedia de los vivos, del tema del poder y de los señores de la guerra, del imperio del miedo que han creado entre las guerrillas, los paramilitares, los traquetos, los esmeralderos, los mismos organismos oficiales, todos posicionados en el Magdalena Medio como sitio neurálgico y Puerto Berrío como epicentro, como polo de desarrollo, con abundantes recursos naturales, con las infinitas posibilidades del río y, en el pasado, por la dinámica del Ferrocarril de Antioquia. Allí convergían muchos polos de la economía y era una especie de ramal de las rutas que se internaban en Santander, Boyacá y Cundinamarca, y las otras que buscaban el mar Caribe. Fue una población muy estratégica y vital pero, desafortunadamente, a partir de cierto momento, se volvió un lugar violento y muy “caliente”.

 

Y respecto al rodaje, ¿cómo se les comportó el clima, porque así sea de paso se siente la pesadez del clima, que lo aporrea a uno feo y, además, se hace muy necesario llegar de la mano de agremiaciones comunales, campesinas o ciudadanas para no pegarse una estrellada bien violenta?

 

Esa fue siempre nuestras dos principales preocupaciones: el clima político y ambiental. En el tema social no tuvimos muchos inconvenientes, ni durante la etapa de investigación y preproducción, ni durante el rodaje. Yo creo que supimos movernos, primero porque nos pegamos de la gente del pueblo, que era la que nos estaba guiando por el territorio, y me imagino que nuestros movimientos llegaron a los oídos de la gente que controla la región, pero siempre llegaron mensajes tranquilizadores como “esa gente es todo bien”, o “son una pipol que está rodando una película”. Además, a la gente de Puerto Berrío le gustaba que se estuviera haciendo una película en su pueblo y, sobre todo, que no se trataba de un trabajo “efectista”, que estuviera dando una imagen errónea o distorsionada de la región, sino que estábamos abordando un aspecto que tenía que ver mucho con el tejido cultural, más que con el ambiente social o político, aunque, no lo voy a negar, que estaba también muy presente.

 

Y en cuanto a la incidencia del clima en el rodaje, te puedo contar que nos aporrió bastante, y aunque estábamos preparados porque yo estuve en diferentes épocas del año, y ya sabía lo que nos esperaba, tanto en verano como en invierno, la sufrimos. Escogimos julio y agosto, los meses más cálidos del año, cuando el clima supuestamente estaba más estable, sin embargo, no faltaron los aguaceros. Supuestamente lo habíamos previsto, pero los cambios del clima son bien heavy, y ya con esta variable en el plan de rodaje creo que supimos combinar los rodajes en exteriores con interiores, siempre de acuerdo al clima. No obstante, hubo momentos en que nos agarró un a resolana brutal, incluso hubo a algunos que les dio el soponcio, así como diría alguna tía nuestra (Risas). El pobre director de fotografía sufrió bastante, porque él tenía que estar sí o sí en todas las tomas, y en algún momento se desmayó del calor, y el gaffer tuvo que entrar a suplirlo provisionalmente. Fue muy duro te cuento, sobre todo después del mediodía, con el calor pegando fuerte, el sudor, la plaga de zancudos y mosquitos que no dan tregua. Es una zona bien agreste, y rodando se multiplican las dificultades. Pero la sacamos adelante.

 

Sabemos lo que significa César Badillo en la escena teatral, en la que es una leyenda viviente, sobre todo por su vinculación con La Candelaria, trabajo que te lo confieso, desconozco en su totalidad, pero sí he disfrutado de sus interpretaciones en Soplo de vida (1999), de Luis Ospina; La sombra del caminante (2005), de Ciro Guerra; y en Locos (2014), de Trompetero. ¿Desde el principio estuvo César Badillo en tus planes para protagonizar Memento Mori o habías pensado en otra persona, o él era el personaje que necesitabas para el misterioso personaje del Animero?

 

Yo conozco a “Coco” hace muchísimo tiempo, inclusive había trabajado con él en una película en la que estuve de asistente de dirección, y conozco, diría muy bien, su recorrido en La Candelaria y, como tú los has dicho, es toda una leyenda en la actuación, y agrego que también es dramaturgo y director y tiene una pequeña compañía teatral. César siempre fue mi primera opción desde que estaba en el primer momento de la escritura, 2015 – 2016. En el que el acercamiento al tema de la película, te lo confieso, era un poco tímido, a la manera del forastero que se va acercando poco a poco al objeto de estudio, y ya un poco más cerca de lo que buscaba apareció el personaje del Animero, pero de una manera un tanto secundaria, porque todavía era la mirada de alguien que está tratando de entender el fenómeno. Eso fue en los momentos primigenios, porque te adelanto, que en esa época la película fue un gran fiasco en producción, pues no se logró arrancar con el proyecto, y hasta tocó devolver un premio que habíamos conseguido. Ya, en la segunda versión, el Animero es el personaje principal, que fue tomando fuerza y presencia en la película gracias a las dotes interpretativas de Coco. Nunca dudé que César fuera a estar en la película, lo que no sabía era que se iba a convertir en el protagonista y el eje sobre el que giraban los personajes y la dramaturgia. Durante estos dos periodos mantuvimos una comunicación constante, y cuando estuvo cubierto el tema de financiación a través de FDC, no fue sino llamar a César y tirarnos a rodar.

Yo conozco a “Coco” hace muchísimo tiempo, inclusive había trabajado con él en una película en la que estuve de asistente de dirección, y conozco, diría muy bien, su recorrido en La Candelaria y, como tú los has dicho, es toda una leyenda en la actuación, y agrego que también es dramaturgo y director y tiene una pequeña compañía teatral.

Y la chica Lucía Bedoya, ¿de dónde sacaste a esta actriz, que por su juventud generaba un interesante contraste con César Badillo, cómo se complementó con este maestro de la actuación?

 

Lucía es una actriz formada en la Escuela de Teatro de la Universidad del valle, caleña, ella ahora se mueve entre Bogotá y Cali porque la han estado llamado mucho para diferentes producciones, sobre todo en televisión. Yo la conocía de una miniserie en la que coincidí con ella, y de la que me quedó la sensación de que no habían explotado una mínima parte de todo su potencial, y bien, ya cuando estuve buscando las actrices para Memento Mori, de una recordé su rostro y lo expresivo que era. Siempre fue una de las primeras opciones al momento de encarar el casting, y después de varios filtros quedaron tres actrices, hasta que Lucía fue finalmente seleccionada. Es una trabajadora infatigable, comenzando por el tema del acento, pues ella es caleña caleña, pero al momento de abordar el personaje, en aspectos puntuales como el acento, trabajó mucho hasta que lo sacó adelante. Ya en lo dramático forjó un personaje misterioso, introvertido, pero con mucha fuerza, que le aportó mucho a la historia.

 

Vi en los créditos finales que reuniste una cantidad de talento impresionante, comenzando por el director de casting “Fagua” Medina, o Catalina Arroyave, directora ella misma de sus propias películas, o Jeferson Cardoza, director de cortometrajes buenísimos como Paloquemao, y creador de la productora Sur Films, y que estuvo en tu proyecto como fotofija. ¿Cómo llegaron este montón de talentos a tu peli, y de qué manera te apoyaron para sacar adelante tu visión como director?

 

Uyyy sí, tienes toda la razón. Con Fagua había trabajado en la miniserie que te había comentado antes en la que había coincidido con Lucía, y desde que leyó el guion quedó enganchado con la historia, y finalmente se integró al equipo de producción en la fase en la que estábamos seleccionando los actores, y él dirigió personalmente el casting principal, aunque ya se sabía lo de César. Nos concentramos, obviamente, en la búsqueda del personaje femenino, el de “Moro” y, por supuesto, en la gente de Puerto Berrío, que iba a ser el grueso del reparto: coteros de la plaza de mercado, trabajadores de la terminal de buses, los asistentes a las procesiones; en fin, fue un abanico muy callejero. El asunto fue que en algún momento a Fagua le reventaron un montón de compromisos con diferentes proyectos y tuvo que delegar en Catalina Arroyave, y ella legó y retomó el proceso en el que lo había dejado Fagua, y la producción continuó sin ningún percance.

 

Ella se encargó de terminar la selección de los actores, y preparar tanto a los profesionales como a los naturales. Estuvo tanto en Bogotá como sobre terreno en Puerto Berrío. Fue un placer trabajar con ella porque es una dura, ¡tan joven y ya con un largometraje a sus espaldas!, aparte de que ya se ganó el FDC el año pasado para su segunda película; en fin, qué te digo, una mujer súper talentosa. Y Jeferson llegó a la producción como fotofija, y entre ese momento y ahora su carrera literalmente se disparó con el corto que mencionaste Paloquemao, un trabajo multipremiado y ya con un largometraje en marcha, Salsipuedes, creo que se llama. Cuando él llegó a Memento Mori yo no lo conocía, y el que lo llevó fue la productora Paola Nieto. Arribó un poco tímido, pero con su buen ojo como fotógrafo y su visión de cineasta consiguió un trabajo maravilloso, que ahora inclusive es una parte muy importante en la divulgación en piezas publicitarias y en redes sociales.

 

Hace un rato mencionaste que durante el primer momento de este proyecto tuvieron que devolver un premio, y que fueron aproximadamente diez años para, finalmente, sacar adelante la película que tenías en mente. ¿Cómo se financia un proyecto durante tanto tiempo, y no se te cayó en algún momento el carriel, como decimos en el lenguaje popular?

 

Memento Mori tiene una historia bastante larga, como la mayoría de las películas colombianas, que se convierte prácticamente en una odisea finalizarlas. El germen de la película fue hace unos diez años, como te he dicho, con una idea que se presentó a un taller de guion, y después participó en los FDC, ganamos un premio, y esta fue básicamente una primera versión que se llamaba Los hombres del agua. De ahí fue un rollo rarísimo, una especie de accidente, como ocurre en algunos proyectos, en este caso con algunos productores, y que dio al traste con el rodaje y finalización de esta idea inicial. En resumen: esa platica se perdió.

Memento Mori tiene una historia bastante larga, como la mayoría de las películas colombianas, que se convierte prácticamente en una odisea finalizarlas. El germen de la película fue hace unos diez años …

Cinco años después, ya tenía una versión de guion que fue básicamente la que se rodó, y en todo ese tiempo lo que hice fue reorganizarme, en recargarme de energía y un poco en sacarme el clavo de no haber podido rodar la primera vez, que era fundamentalmente la historia de Los escogidos. Ya en esta nueva faceta apareció un productor que se llama Juan Diego Villegas y su productora Fidelio Films, y a la vez, ADC Rental, que es una de las mayores empresas de rental en el país. A partir de ese momento Fidelio Films asumió la responsabilidad y se echó la película al hombro en la parte de producción y de aplicación a fondos. También Juan Diego contactó a una gente de Alemania, con Heike Goretzka, que tiene su sede en un pueblito llamado Halle. Ellos entraron como coproductores, y lo primero que consiguieron fue un recurso de un fondo casi desconocido entre los cineastas latinoamericanos, y yo creo que por eso fue que nos lo ganamos (Risas). Conseguimos 160.000 euros, y que, sumando entre los dos fondos principales, sumamos 1200.000.000 pesos. Con ese monto se terminó Memento Mori, sumando los aportes de la casa de rental y los sueldos y los viáticos de los que nunca cobramos (Risas).

 

Paola Pérez llegó básicamente como productora ejecutiva, a poner en marcha todo el andamiaje: organizar los equipos, a reagrupar a la gente que estaba dispersa después de la pandemia y, echar a andar el rodaje. Fundamentalmente la plata para el rodaje fue la que conseguimos en Colombia, y el montaje, musicalización y diseño sonoro en Alemania.

 

Aparte de El río de las tumbas, Cóndores no entierran todos los días o Los escogidos, hay una presencia que impregna toda la película y es Pedro Páramo, la novela de mi admirado Juan Rulfo, inclusive la peli está dedicada a él, y hay un pasaje en el que un personaje repite una frase exacta de la novela cuando se refieren al Moro en los mismos términos que al personaje rulfiano: “Es un rencor vivo”. ¿Cómo llegó Juan Rulfo a tu vida, y por qué quisiste que tuviera una presencia tan fuerte en Memento Mori?

 

Mi relación con Juan Rulfo, creo, es la de millares de estudiantes de bachillerato al que no lo ponían a leer sin ninguna guía o criterio, y resultaba que uno se aburría o no entendía nada y, por lo tanto, no le encontraba ninguna gracia. Posteriormente, ya por cuenta propia lo releí varias veces, y a cada lectura me maravillaba más, sobre todo con esa sensación permanente de misterio, y de no saber nunca qué es lo que pasa realmente en ese pueblo fantasmal. Al momento de sentarme a escribir el guion con James Valderrama, que es el coguionista, nunca nos planteamos conscientemente alguna referencia al universo de Pedro Páramo, pero según avanzábamos en su construcción, en donde apelamos a referentes más contemporáneos como los que enumeramos, en algún momento caímos en cuenta de cómo se nos había ido colando Pedro Páramo y nos dijimos: “Juepucha, esto se parece mucho a alguna cosa de Rulfo”, pero te confieso que no era esa nuestra intención, como sí se puede afirmar, por ejemplo, de Los escogidos, sino sobre un tema aún más universal que es la relación entre los vivos y los muertos, sobre todo esa sensación que se va acentuando al final que es la de no saber muy bien si el personaje del Animero está vivo o muerto..

 

Inclusive los espectadores lo vemos varias veces enterrado…

 

Claro, todo eso es muy Pedro Páramo, y sobre todo la frase que citaste, eso fue literal, y fue uno de los últimos diálogos que incluimos en el guion. También hay otro entre el Animero y Edi, el personaje peludo, cuando están hablando al lado del río, y el peludo dice algo como: “Ah, es que son esos muertos viejos que se están removiendo en sus tumbas”. Esa parte también la incluimos al final, cuando ya estábamos cerrando el guion. Me gustaron mucho las dos, porque recogían un poco el espíritu de lo que me había gustado en la novela.