David Sánchez
En su ópera prima como director de largometrajes y presentada en el festival de cine de Málaga (España), el caleño Orlando Culzat nos lleva en un viaje emocionante y turbulento a través de Golán, una película que enfrenta varios desafíos en sus 99 minutos de duración.
La historia nos sumerge en la vida de Pedro, un adolescente de quince años que enfrenta la muerte de su abuelo, desencadenando una serie de eventos que llevan a Pedro y su familia a una lucha emocional y existencial, buscando refugio en su casa de campo mientras lidian con problemas financieros y emocionales.
La película toca temas como el racismo, el patriarcado y las diferencias de clase de manera muy directa. Desde el principio, los personajes están claramente delineados, con los buenos de un lado y los malos del otro. La masculinidad dominante entre los hombres de la familia es palpable, incluso en momentos que parecen carecer de sentido, como la pelea durante una partida de billar.
Los momentos de violencia contrastan con pasajes de calma, a veces sin una justificación clara, lo que hace que la transición entre ellos se sienta un poco forzada. Ver a jóvenes fumando y bebiendo en silencio en un sofá no logra generar empatía con los espectadores, dejándolos desconectados emocionalmente.
El racismo emerge de manera repentina en la trama, sin haber sido explorado previamente, lo que puede resultar desconcertante para el espectador. Aunque se convierte en un elemento importante hacia el final de la película. Su introducción abrupta puede dar la sensación de que se está añadiendo simplemente como una herramienta para generar conflicto en la historia, en lugar de ser un tema que se ha ido construyendo gradualmente a lo largo del filme.
Por su parte, las acusaciones de violación y la defensa de familiares involucrados en actos inaceptables no se abordan con la profundidad necesaria, dejando al espectador con interrogantes sin resolver. Los que deben juzgar, los padres, los adultos, también tienen algo que ocultar, algo que reprocharles, la infidelidad, y es que en esta familia no hay uno que se salve. El ser juzgado por alguien que también tiene manchado su expediente, aparte de ser un reflejo fiel de la vida política de muchos países, es un reflejo de la decadencia familiar que el director pretende invocar en su obra.
Los que deben juzgar, los padres, los adultos, también tienen algo que ocultar, algo que reprocharles, la infidelidad, y es que en esta familia no hay uno que se salve.
Podríamos pensar que en una obra con estas complejidades, los actores tienen que dar lo mejor de ellos, al menos en el inicio de la película, haciendo que el film no parezca monótono desde un inicio. Todo lo contrario, las actuaciones no tienen nada de especial, si bien por una posible falta de buena dirección de actores, haciendo que las actuaciones sean planas durante el film, o incluso falsas en los finales de discusión del final. El actor principal, el joven Jacobo Vera, no termina de disgustar pero su continua cara de “fumado”, inexpresivo, no termina de aderezar un despropósito que ya no tiene solución.
Parece que el director quiso abarcar mucho al final, dejando el resto del film allanara el camino, pero no midió los tiempos, consiguiendo que los momentos de la película que parecen estar destinados a resolver estos conflictos carecen de la cohesión y la preparación necesarias, lo que puede generar una sensación de desconexión con la historia. La falta de desarrollo adecuado de estos elementos a lo largo de la película hace que el desenlace no se sienta como un resultado natural de la narrativa, sino más bien como una conclusión apresurada y poco convincente.
Toulouse, 23/03/2024