Sodoma, la mujer de la luna, de Juliana Zuluaga

Niña, ñoña, opácea y perrísima

Melany Peláez

¿Opácea? Esa y otras palabras fueron pronunciadas por primera vez en este corto. Al inicio para darle adjetivos en orden alfabético a la chimba (variación paisa del término que incluye a la vulva y a la vagina) y después, para decir en la pantalla grande muchas cosas que las mujeres hemos hablado solo a oscuras. No me quedé con las ganas de buscar en un diccionario si existía tal cosa y lo más cercano es ‘opiácea’: sustancia que se usa para el tratamiento del dolor o para producir sueño, derivada del opio. Esta palabra también encaja con la cura, la calma y el placer de quienes protagonizan el documental de Juliana.

 

Una reunión de amigas con tetipopper, aguardiente, confesiones, canciones tristes y la luna por la ventana es la ocasión perfecta para una preguntarse si de pequeña se masturbó lo suficiente o no y qué tan lesbiana siempre ha sido. Frotarse es diferente para cada niña, la experiencia varía según la edad, la familia, las muñecas y los referentes que cada una tenga, pero se vuelve compartida cuando al final, después de la alegría, aparece el miedo a ser descubiertas, a estar enfermas o a ser destruidas por una bola de fuego que cae desde el cielo y de la que la cobija no puede protegernos.

 

Si aún no hemos hablado de esto con otras mujeres, se siente lindo hacerlo con estas que se rotan la cámara, el litro y la palabra entre sí mientras reconocen, como adultas, lo tristes que son las limitaciones que le ponen a la sexualidad desde la infancia, pero lo esperanzador que es tenernos y poder contarnos y cambiar este tipo de cosas. Al compartir un encuentro tan privado y místico, la directora nos está prestando a sus amigas y, así como nos permite entrar en la intimidad de todas, ellas entran en la de quien mira este video ensayo.

 

Juliana y esta película hacen parte de esos pasos agigantados que ha estado dando el cine feminista en Medellín y no exclusivamente por las historias que elige y cómo las narra, sino también por la forma en la que se graba, se edita y se distribuye. Sí, rompe con esos patrones sobre qué contar y cómo contarlo, pero todo es inesperado y soso al mismo tiempo, ninguno de los temas que se abren están dispuestos a cerrarse y está desprovisto de la necesidad de prudencia y reflexión instantánea al que nos hemos acostumbrado. Hay unos cortes bruscos entre lo que dice la una y la otra para mostrar que la noche ha transcurrido, el tema de conversación ha cambiado, la alteración de la consciencia ha aumentado y es momento de que una, basándose en lo que ha visto y en experiencias propias, llene esos espacios con cuanta cosa sea posible que un grupo de mujeres piense, diga y haga y se dé cuenta de que las posibilidades son hermosamente infinitas.

Sí, rompe con esos patrones sobre qué contar y cómo contarlo, pero todo es inesperado y soso al mismo tiempo, ninguno de los temas que se abren están dispuestos a cerrarse y está desprovisto de la necesidad de prudencia y reflexión instantánea al que nos hemos acostumbrado.

Ignora a propósito reglas técnicas, la cámara inquieta es un reflejo de la diversidad de las presentes, la iluminación nula logra una estética propia de lo oculto, lo secreto, lo oscuro, lo perverso y lo profundo que es el despertar sexual de las mujeres. La aparición del poema con subtítulos es un manifiesto por reconstruir la ciudad del pecado y el final es la liberación absoluta del cuerpo con el afuera, un abrazo que se da una misma en compañía de otras.

 

Después de su paso por eventos cinematográficos locales e internacionales en 2023, Sodoma, la mujer de la luna, está disponible de forma gratuita en Retina Latina. Aunque ya la repetí en la comodidad de mi casa, no cambio por nada el día en que la vi por primera vez, al aire libre, sentada en el piso, junto a un desconocido que estaba ahí para fumarse un bareto en paz. Hasta hoy no he podido dejar de pensar en la fantasía sexual de Luna, una de las protagonistas, pienso con morbo, con curiosidad, con asco, con satisfacción, con miedo, con dolor, con incomodidad, con cosquillas, con ardor, con la boca abierta, con los ojos cerrados, con sorpresa, con entusiasmo y con la ilusión de que algún día se le cumpla.

 

Ese día me pregunté mucho qué habrá pensado el hombre que estaba sentado a mi lado y mi vergüenza se confrontó con mi rabia. Reacomodé mi cuerpo en el suelo para ver si me abandonaba la sensación maluca de sentirme expuesta, de que el resto del mundo se enterara que las mujeres tenemos todo tipo de recuerdos y deseos sexuales y ningún problema en saberlos y decirlos, que pensamos en gorda y flaca y sometemos nuestro cuerpo a cosas lejanas a la pulcritud. Miré hacia los lados y me enfureció darme cuenta de que a él le dio igual, fumaba como si nada y yo sufría una vergüenza doblemente autoinfligida preocupándome por el qué dirán cuando lo más importante es lo que nosotras tenemos por decir. La película me dio una patada en la cara por mojigata y después me dio valor para dejar de serlo, por eso, además, es perrísima.

 

https://www.retinalatina.org/video/sodoma-la-mujer-de-la-luna-juliana-zuluaga/