Javier Pérez Osorio
En el libro Resentir lo queer en América Latina: diálogos desde/con el Sur (2014), editado por Diego Falconí Trávez, a través de casi una veintena de ensayos escritos desde diferentes esquinas académicas se insiste en la necesidad de repensar críticamente el concepto de queer (o cuir, o kuir) desde las experiencias propias del continente. En términos generales, la reflexión de quienes escriben se construye sobre los dos significados del verbo resentir: por una parte, volver a sentir (o sentir de otro modo) con libertad e imaginación la diversidad manifiesta en los cuerpos, las identidades de género y las orientaciones sexuales; y, por otra, experimentar resentimiento (resquemor, rencor) por la discriminación sistemática que la comunidad LGBTIQ+ ha padecido a lo largo de la historia.
Estoy convencido de que el balance entre estas dos experiencias es necesario para que nuestras consideraciones sobre lo cuir en América Latina y en Colombia no terminen convirtiéndose o bien en un pinkwashing que oblitere la memoria histórica de la comunidad o bien en un relato victimizante que arrebate la posibilidad de crear nuevas narrativas sobre quiénes somos. En línea, con esta empresa que nos compete a todos como sociedad y, en particular, al mundo académico y cultural, entre el 18 al 22 de agosto de 2020 se llevó a cabo el 5° Festival de Cine de Jardín bajo el ambicioso lema “Cine cuir: en busca de una nueva humanidad”. En sus sentidas palabras de apertura el reconocido cineasta Víctor Gaviria, uno de los fundadores y actual director del festival, recuerda al joven León Zuleta para poner en el centro no sólo el cambio de actitud que el mundo ha vivido durante las últimas décadas frente a la diversidad sexual, sino también el cambio que todavía está por darse. Gaviria afirma, además, que es necesario transformar “la cultura patriarcal que reposa en el fondo de todos los autoritarismos: en los colegios, en las empresas, en la academia, en los soldados de todos los ejércitos, en los asesinos de los líderes sociales; […] la cultura patriarcal que castiga a los travestis del Parque Bolívar todas las noches con patadas, puños y golpes”. Dicha transformación, creo yo, únicamente es posible desde la memoria reconstruida por las víctimas, la consciencia personal y colectiva sobre la dimensión política de los deseos sexuales no heteronormados y la libertad de expresión a través del arte.
Gaviria afirma, además, que es necesario transformar “la cultura patriarcal que reposa en el fondo de todos los autoritarismos: en los colegios, en las empresas, en la academia, en los soldados de todos los ejércitos, en los asesinos de los líderes sociales;
La quinta versión del festival hizo un aporte significativo a esta conversación, por un lado, a través de una muestra central compuesta por 13 largometrajes, casi todos de ficción, con narrativas donde los personajes y sus historias desafían las formas y normas establecidas socialmente respecto al género, la identidad sexual y el deseo. Se presentaron algunas películas que han tenido amplia difusión y que ofrecen la posibilidad de reflexionar en torno a lo cuir y sus representaciones. Entre ellas, Una mujer fantástica, película de Sebastián Leilo, ganadora al Oscar como Mejor Película Internacional en 2017, que cuenta la historia de una mujer trans en Chile que se enfrenta a los estigmas sociales luego de la inesperada muerte de su pareja (aquí una reseña que escribí hace un par de años sobre la película). También se proyectaron algunas producciones independientes reconocidas en el circuito de festivales, con estrategias estéticas y narrativas menos mainstream: dos películas del multifacético director canadiense Xavier Dolan, de las cuales Laurence Anyways (2012) se convirtió en una referencia valiosa dentro del diálogo generado por el festival; Pelo Malo (2013), un relato entrañable de la directora venezolana Mariana Rondón, que reflexiona sobre la intersección de diversidad sexual, género, raza y clase social; y la desafiante obra de Albertina Carri, Las hijas del fuego, una road movie que cuenta la historia de tres mujeres en una relación poliamorosa que se embarcan en el proyecto de grabar una película pornográfica mientras atraviesan Argentina en busca de su pueblo natal.
Las películas seleccionadas desde la curaduría del festival marcaron una diferencia significativa: en su mayoría dirigidas por mujeres, opción loable en tiempos donde todavía se invisibiliza el rol fundamental de muchas de ellas en la industria cinematográfica; casi todas producidas en países latinoamericanos y con historias de la región; y con apuestas por visibilizar la diversidad sexual allende las relaciones homosexuales entre hombres, que es lo más abundante en el cine cuir. No obstante, llama la atención la presencia reducida de películas colombianas. Sólo se presentaron ¿Cómo te llamas? (también conocida como Eva y Candela, 2018) y Segunda estrella a la derecha (2020), dos argumentales de la directora española radicada en Colombia Ruth Caudeli, y el documental producido por la Universidad de Antioquia y dirigido por Paul Pineda Pérez, Locas de pueblo (2020). Esta realidad, más allá de ser una crítica a la curaduría del festival, plantea preguntas sobre la industria cinematográfica nacional, en donde no solo ha habido poca representación de personajes e historias LGBTIQ+, sino que tiende a ridiculizar e invisibilizar la diversidad sexual en la pantalla.
Por otro lado, para complementar la proyección de las películas y abrir otro espacio para aportar a la conversación, el festival organizó un seminario académico de cinco conferencias. Los invitadxs fueron: la argentina Albertina Carri y el chileno Sebastián Leilo, cineastas cuyas películas estuvieron en la muestra central del festival; Brigitte Baptiste, ex directora del Instituto Humbolt, actual rectora de la Universidad EAN y quizá la mujer transgénero más visible en los debates públicos de Colombia; Analú Laferal, politologue y artiste perteneciente al proyecto EUNUCA y quien ha cuestionado desde lo audiovisual y el performance las violencias de género y los mecanismos de control sobre la sexualidad; y Guillermo Correa, autor de Raros: Historia cultural de la homosexualidad en Medellín (1890-1980). Una selección que, sin duda alguna, generó conversaciones interesantes en torno a lo cuir en Colombia y Latinoamérica.
…más allá de ser una crítica a la curaduría del festival, plantea preguntas sobre la industria cinematográfica nacional, en donde no solo ha habido poca representación de personajes e historias LGBTIQ+, sino que tiende a ridiculizar e invisibilizar la diversidad sexual en la pantalla.
Así pues, la fiesta cinematográfica de Jardín, este año realizada virtualmente, marcó un paso adelante en la discusión sobre lo cuir en la región. Como han querido hacerlo desde su primera versión en 2016, los organizadores de este festival, cuyo anfitrión es el pequeño y bello pueblo de Jardín, reafirmaron que el cine es una oportunidad inigualable para hablar de lo silenciado, para poner en el mapa cultural esas realidades sociales muchas veces marginadas y para articular las experiencias tanto de los centros urbanos como de los espacios rurales de Colombia. Considero que las películas del festival, las palabras de los conferencistas y las experiencias de quienes asistieron virtualmente permitieron resentiruna vez más la diversidad que nos constituye y que nos permite ser conscientes de que en este país cabemos todos, todas y todes.