Verónica Salazar
“Yo tengo tres mundos: mi pueblo, el cine y mi carrera como ingeniero”. A sus 40 años, Iván David Gaona es el autor cinematográfico más representativo de Santander. Con su obra ha contribuido al desarrollo de su pueblo, Güepsa, y a la visibilización de la cultura santandereana en el país y en el mundo. Le dio a su región su primer largometraje, su primera antología de cortometrajes, su primer viaje por el mundo y, ahora, su primera serie wéstern estrenada a nivel nacional. Muy a pesar de sus logros que se leen desde lo artístico y lo social, su actitud es modesta, contemplativa y analítica. Mira mucho, escucha mucho y cuestiona mucho.
En 2020 llegó esa tal hecatombe que dijo Oswaldo Osorio que sería lo único que podría volver a matar al cine colombiano, cuando habló de las producciones del siglo XXI en la Revista de la Cinemateca de Bogotá. Pero, en cierta forma, la misma hecatombe trajo nuevas formas de distribución y exhibición, que llevaron el cine colombiano a las casas de muchas personas, en vez de convocarlas a ir a las salas de cine. Una de las formas que encontró Iván Gaona de llegar a las personas fue a través de las series de televisión. Un nuevo formato para él, pues su obra está compuesta por cortometrajes y largometrajes de ficción, pero que le da continuidad a esa línea editorial que él parece establecer de forma muy metódica, aunque él mismo diga que es un proceso inconsciente.
Iván Gaona habla rápido, con voz bajita, entonada y un acento muy marcado mientras mira hacia arriba y se acaricia la barba. Busca las palabras sobre la marcha. Sus gestos refuerzan las reflexiones que hace; su rostro se mueve entre pensativo y lector. Siempre mirando y siempre preguntando. En ocasiones pensé que me estaba entrevistando él a mí.
En un año que fue difícil para todos los sectores, el cine colombiano también se vio afectado y, en consecuencia, tuvo pocos estrenos y poca producción. Se detuvieron muchos rodajes, se virtualizaron todos los festivales y encuentros de cine desde marzo y los estrenos se llevaron a las redes sociales y un poco a la televisión, al no tener la posibilidad de la pantalla grande. Sin embargo, Gaona no sólo se mantuvo activo en producción, escribiendo y rodando, sino que también estrenó sus dos primeras series para televisión: Adiós al amigo en el Teatro Santander y en la Cinemateca de Bogotá; y Libertador, en el Festival de Cine Internacional de Cartagena y en la televisión pública. Dos proyectos sumamente distintos entre sí, pero con la marca autoral que caracteriza al director y revela su mirada incluso desde lo más sutil.
Adiós al amigo es un wéstern histórico, o un “güéstern”, como dice una amiga de Gaona. Se desarrolla en 1902, y cuenta la historia de Alfredo Duarte, un soldado liberal que abandona la causa revolucionaria por irse a buscar a su hermano durante la Guerra de los Mil Días. Se topa con Benito Pardo, un retratista que busca al hombre que mató a su padre, y se unen en sus misiones. Durante su camino ponen en jaque sus ideales políticos, éticos y hasta metafísicos, encontrándose con personajes políticos, indios, negros, mujeres y forasteros que enriquecen la narración y la representación de los hechos en la región. Es una construcción muy propia del género en Colombia, porque bebe del cine americano al que Gaona no quiere parecerse, y al mismo tiempo establece sus propios códigos identitarios.
Adiós al amigo es un wéstern histórico, o un “güéstern”, como dice una amiga de Gaona. Se desarrolla en 1902, y cuenta la historia de Alfredo Duarte, un soldado liberal que abandona la causa revolucionaria por irse a buscar a su hermano durante la Guerra de los Mil Días.
Dice Gaona que comenzó a escribir esta serie inspirado por el libro El año del sol negro, de su paisano Daniel Ferreira, pensando en que la historia escrita sobre Colombia está llena de batallas, pero que ninguna de ellas narra cómo las mujeres, los negros y los indios participaron en ellas. Por esto, busca contar las historias de personajes que no han sido visibilizados aún, aquellos relatos que nadie ha contado aún. Esto no sólo lo hace en la serie; hace parte de su estilo autoral, pues desde sus primeros cortometrajes se interesa en personas que son extraordinarias en sí mismas. El campesino, la tendera, el camionero; y, en Adiós al Amigo, la tabacalera, el retratista, el esclavo, el indígena.
Grabada en el Cañón del Chicamocha, musicalizada por Edson Velandia e interpretada por los protagonistas de la icónica Pariente, Adiós al Amigo es otra de las construcciones que hace Gaona alrededor de la memoria en su región, y marca el comienzo de un interés que también deja evidente con Libertador: cuestionarse la historia oficial, aquella que se repite todos los días sin mucho análisis ni lugar a dudas.
Esta vez no en Güepsa, sino en el municipio de Cepitá, la serie permite cuestionarse, pero también aprender sobre las personas detrás de cada batalla de esa guerra civil que fue una de las más sangrientas de la historia en Colombia. Y no porque sea muy fiel a la historia oficial -lo cual es, en su justa proporción-, sino porque se permite una exploración más allá de lo dado. Presenta a Rafael Uribe Uribe, al Conde de Cuchicute y a los bandos enfrentados, con las relaciones e interacciones que para la época pudieron haber tenido lugar.
Libertador fue planteada con un perfil modesto, con el fin de conmemorar el Bicentenario, y fue creciendo hasta convertirse en un proyecto transmedia que unió a ocho canales regionales del país: Teleislas, Telecaribe, Teleantioquia, Telecafé, TRO, Telepacífico, Canal Capital y Canal Trece. Tanto en la producción como en el desarrollo de la historia, esto queda registrado en la serie, que recorre todo el país en búsqueda de un mercenario que intenta romper el sistema que domina al país. Con su dosis de misterio, drama e indignación política, Gaona deja su huella una vez más, esta vez con una historia medio conspiranoica pero también muy cercana a la realidad de país de la que pocos hablan. Las deudas impuestas, la corrupción en cada rincón y un falso equilibrio social que parece que no se pudiera disputar.
Humberto Rojas es un modesto investigador de la Fiscalía y tiene decenas de casos abiertos sin resolver. Un día ocurre una explosión que marca el inicio de una serie de pistas que lo llevarán a él y a la periodista Julia Velázquez en un recorrido por todo el país, siguiendo la ruta que, doscientos años atrás, hizo Simón Bolívar para liberar a Colombia. La serie plantea dilemas, incógnitas y reflexiones alrededor del patrimonio, la justicia, la historia de Colombia, el establecimiento y los tentáculos del sistema que se protege a sí mismo beneficiando a unos pocos. Todo desde una perspectiva oscura, llena de culpa, propia de los protagonistas, quienes desde sus vivencias personales proyectan ese sufrimiento y esas dolencias “por el país” en su investigación para encontrar al Libertador, a ese personaje misterioso que quiere sabotear la celebración del Bicentenario y fundar un nuevo orden en Colombia.
¿Por qué pasó de los cortos y largometrajes a las series de televisión? Dice que le gusta la producción de series porque permiten más exploración creativa, más desarrollo de personajes y más giros en la historia. Dan más oportunidades que los largometrajes y cortos en términos creativos, y sus condiciones de producción son favorecidas por distintas entidades públicas y privadas que buscan invertir en estas creaciones (Adiós al Amigo fue financiada por la ANTV, y Libertador, por MinTIC). Los largos, dice, son más limitados en tiempo y presupuesto, y escribir y rodar series ya se le volvió un oficio para vivir del cine. “Ya es difícil para mí escribir en formato de corto, ya pienso menos en ese tipo de historias y le apunto más al largo”, dice luego de haber escrito los guiones de Adiós al Amigo, Libertador, y sus nuevos proyectos en curso.
Gaona siente que con estas series pudo hacer mucho más que con sus producciones anteriores, especialmente con Pariente. En términos narrativos, porque las series permiten mayor desarrollo de las reflexiones que busca hacer, de los personajes y de su relación con el territorio; y estéticamente, pues ya tiene cierta madurez estilística y tuvo acceso a recursos que antes no había tenido, logrando resultados más propios y una producción que le permite crear con más libertad.
Gaona siente que con estas series pudo hacer mucho más que con sus producciones anteriores, especialmente con Pariente.
El cine tiene un valor social y Gaona insiste con todas sus producciones en abordarlo a través de la dirección de actores. Esto y el guion son los aspectos principales.
Desde la primera producción que hizo Gaona, El pájaro negro, estableció lo que para él es una prioridad a la hora de grabar: la dirección de actores. Para él, el cine colombiano tiene valor social antes que de entretenimiento, por lo que, además del guion, dedica gran parte del presupuesto y el tiempo de rodaje a la preparación de actores. Esto lo ha explorado desde el manejo de actores naturales y, en sus dos últimas series, de actores profesionales que hemos visto en novelas y películas, como a Enrique Carriazo en Los Reyes, Marcela Benjumea en Amalia la Secretaria, Julio Valencia en Somos Calentura y Salvador Bridges en Roa. Pero más allá de comenzar a trabajar con actores profesionales, Gaona tiene como prioridad partir de su comunidad. Sus protagonistas siempre son oriundos de Santander, personas que él dice que son interesantes por llevar esa vida simple, alejada del caos del país, una vida muy rural. Por esto, la mayor parte de su proceso creativo se dedica a hacer talleres de actuación con la comunidad, con el fin de que todos sean parte de la construcción del relato. Sus producciones son tan suyas como de Santander.
En Adiós al Amigo se destacan Willington Gordillo Duarte, Cristian Hernández y Suetonio Hernández, quienes también encabezaron el elenco de Pariente. Por su parte, Libertador tiene una amplia cuota de actores profesionales encabezada por Enrique Carriazo, Sandra Reyes y Marcela Benjumea, acompañados también por Cristian Hernández.
Un gran logro de Libertador fue involucrar al espectador en la resolución del conflicto, no solo a través de la narración, sino también a través de los recursos que se publicaron en el sitio web libertadorlaserie.com, donde se puede visualizar cada pista que encontraron los protagonistas, reflexiones, fragmentos de la historia de Colombia y contenidos metanarrativos que enriquecen la experiencia espectatorial. El resultado es una producción que va más allá de contar relatos; busca dejar huella y controversia en las personas. Si lo logra o no, es decisión de cada televidente, que vive junto a los protagonistas a medida que la serie avanza.
Además, la producción de las series se hizo en cada localidad mencionada, y no en set. Esto, según Gaona, les dio un toque más cercano y realista, que es una de esas búsquedas que él hace como autor. Que la mirada de quien narra no sea protagónica, sino solo un vehículo para contar vidas. En Libertador, acompañamos a Humberto Rojas y a Julia Velázquez, los protagonistas, en un recorrido por Tunja, San Andrés, Marmato, Medellín, Montería, Buenaventura, Charalá y Bogotá; y en Adiós al Amigo, acompañamos a Alfredo Duarte y a Benito Pardo por las montañas del río Chicamocha.
Ambas series se encuentran en lo político. No porque defiendan alguna postura en específico, porque no lo hacen, sino porque dejan ver esa crítica que Gaona hace a la “cultura” de los oprimidos. Además de que ambas fueron discretamente estrenadas en el marco de la “conmemoración” del Bicentenario de Colombia. Hoy, dice, pasan sucesos muy similares a aquellos que narran las series, pero no tienen el mismo desenlace en la sociedad. Antes la oposición se alzaba en armas, y hoy comparte comentarios indignados en redes sociales. Sin mencionar esto directamente, es posible conectar los dos relatos en esa reflexión sobre lo político, la justicia, los ideales y el activismo. Ambas tratan lo absurdo de la violencia, de las dinámicas de poder que manejan al país y de esa falsa justicia que nos venden todos los días. No es raro que, luego de verlas, uno quede con esa misma indignación que genera ver noticias a mediodía.
Ambas series se encuentran en lo político. No porque defiendan alguna postura en específico, porque no lo hacen, sino porque dejan ver esa crítica que Gaona hace a la “cultura” de los oprimidos.
Una constante preocupación para el director es esa comodidad en la que están cayendo muchos: el gremio audiovisual, el público, el sector cultural y político. Lo plantea en términos de producción y distribución, pues se queja de esa “fila de aplausos” que reciben los creadores, especialmente de series televisivas, y la falta de análisis y crítica que se percibe. Dice que faltan espacios para pensar las producciones y formar públicos desde una perspectiva más social y menos conductivista. Asegura que esta es una de las causas de que haya “tantos ladrillos” en el mundo de las series, especialmente.
¿Cuál es el público objetivo de Iván Gaona? “Mis papás, en Santander”, declara. Busca que sus obras las vean y, más importante, comprendan, las personas de su región que tienen un televisor en su casa, haciendo las veces de ventana a las historias. Dice que su familia ve sus películas y series por apoyarlo, pero que busca más que eso. Busca que el público encuentre en esas producciones una identidad reflejada, historias interesantes y agradables para ver, y una representación ética de su cultura. Además, piensa preocupado en el público colombiano porque es el único que le interesa. Más allá de que sus creaciones salgan del país y sean aplaudidas por la cinefilia, quiere llegar a personas que no tienen nada que ver con el gremio. “He notado una fila de aplausos que no deja lugar a la crítica, a ver uno qué puede hacer mejor”, expresa.
Libertador fue nominada a los premios India Catalina por su libreto y dirección musical, a cargo de Jacques Toulemonde y Edson Velandia, respectivamente.
Cuenta Gaona que la música en Adiós al Amigo fue pensada junto a Velandia como un elemento narrativo más, y no sólo estético, pues querían lograr lo que en la época de la Guerra de los Mil Días se hacía: acompañar las batallas con instrumentos en vivo. Esto queda registrado en la serie que, sin mostrar directamente ninguna batalla de la guerra, presenta músicos en vivo acompañando al pelotón de fusilamiento. Redoblante, trompeta y escopetas: “¡Apunten!”. Velandia tomó ritmos del bambuco y el pasillo y, junto con la Banda de Músicos de Piedecuesta, quienes también musicalizaron La sociedad del semáforo, lograron un efecto bélico, misterioso y emocionante que reforzara los giros dramáticos de la serie y el camino que cada personaje lleva dentro de esta.
¿Y qué sigue? Con su nueva productora, La ContraBanda, tiene varios largometrajes documentales y de ficción en desarrollo, así como una serie en posproducción y otras en proceso de escritura. Un director que siempre está pensando en la gente, y lo deja ver con todos los proyectos que va desarrollando. Busca hacer cine que la gente vea, pero principalmente en el que la gente se vea.