María Fernanda González García
Para Luis, Andrés y Rosarito.
Cuando se habla de cine colombiano no podemos pasar por alto la trayectoria del maestro Luis Ospina (1949-2019), quien en su legado prolífico dejó grandes obras entre cortos, mediometrajes y largometrajes documentales y de ficción. Entre estos se destaca su primer largometraje, llamado Pura Sangre (1982) una película de ficción donde la sangre es el tesoro del magnate azucarero Roberto Hurtado quien, a través de su hijo y trabajadores, por medios no convencionales recibirá este preciado líquido.
El argumento de la película gira en torno a cinco personajes: el magnate azucarero Roberto Hurtado (Roberto “Fly” Forero), su hijo Adolfo Hurtado (Luis Alberto García), la enfermera Florencia (Florina Lemaitre), los choferes Ever (Humberto Arango) y Perfecto (Carlos Mayolo). Esta obra se caracteriza por el manejo de la elipsis, el público no necesita conocer las historias de todos para comprender la ficción, simplemente se requiere prestar atención a la serie de situaciones que se van presentando en el desarrollo de la obra.
En el desarrollo de la película, el espectador se encuentra con el Cali viejo de los ochenta, especialmente la vida nocturna de la ciudad. También se puede apreciar los excesos de la época, la perversión y la inescrupulosa decisión de quién vive y quién no. La obra es rica en la cosmovisión caleña, donde abunda la tradición llena de supersticiones y, claro, una división de clases donde el rico es el déspota y la población de clase media y baja son las víctimas de su crueldad. Es un homenaje a la crónica roja, ya que se relaciona con la historia del Monstruo de los Mangones, quien infundió miedo durante la época de los sesenta al masacrar treinta niños, que oscilaban en la edad entre 8 y 13 años. Los medios de comunicación de la época, especialmente los periódicos, se llenaron de sangre y morbo describiendo las condiciones en las cuales se encontraban los cadáveres de estas víctimas.
Es un homenaje a la crónica roja, ya que se relaciona con la historia del Monstruo de los Mangones, quien infundió miedo durante la época de los sesenta al masacrar treinta niños…
En cuanto al tema del vampirismo, esta historia nos permite identificar tres líneas:
-El vampirismo social: es representado por la manera como el magnate se refiere a los empleados y a la comunidad en general, se nota la prevalencia del clasismo en sus expresiones, hace notar que importa más su interés propio encima de los demás. Asimismo, podemos observar el racismo, principalmente en la selección de las víctimas el trío homicida, que evita a las personas afro, ya que según ellos ese tipo de sangre no sirve, usando una expresión bastante fuerte como “Negro ni el teléfono”.
-El vampirismo económico: de nuevo nos fijamos en el magnate Hurtado, cuando sostiene las conversaciones con su hijo, se refiere a que los corteros de caña requieren de mano dura para mantener el control, evocamos entonces la lucha incesante del gremio de estos trabajadores, quienes desde hace años han tenido confrontaciones con el sector de los ingenios para mejorar sus condiciones laborales.
-El vampirismo fetiche: al inicio de la película observamos el homicidio de dos jóvenes, luego la cámara enfoca a Perfecto (Carlos Mayolo) disfrutando de la labor de revelar los negativos de la evidencia de dicha masacre. En el desarrollo de la película conocemos que esta afición por la sangre acompañada de drogas, sexo y violencia es compartida por la enfermera Florencia (Florina Lemaitre) y el chofer Ever (Humberto Arango), quienes por el chantaje de Adolfo deben cumplir con el trato de obtener la sangre para suministrarle a don Humberto quien ignora su procedencia.
A propósito de los referentes culturales, Ospina como buen cinéfilo hace sus guiños a grandes clásicos: cuando el magnate solicita que pongan las películas en el betamax del cuarto, la pantalla nos muestra obras como Johnny Guitar (1954), de Nicholas Ray, y Citizen Kane (1941), de Orson Wells, esta última tiene la jocosa situación de que el magnate regaña a Florencia por la trama de la obra y le pide que de inmediato la cambie. La incomodidad principal es por la escena donde el protagonista de la película fallece y llega la enfermera a cubrirlo con la sábana; don Humberto teme pasar por la misma situación. Paralelamente se observa la importancia de las cámaras, ya que mediante estas él tiene la conexión con los demás, saluda a su familia y vigila a la enfermera quien le pregunta cuál uniforme quiere que ella porte.
En la selección musical nos deleitamos con una mezcla sonora un poco propia de los jóvenes caleños: Let it Bleed (The Rolling Stones), la banda de rock favorita de Ospina; Pa fricassé los pollos (Daniel Santos), tarareada por Mayolo y Arango en una escena de desfogue; Tú me acostumbraste (Olga Guillot), en la interpretación de Talía –un icono representativo de los show nocturnos de la ciudad– y la infaltable Sombras (Felipe Pirela), tarareada por el bartender del bar donde estaban los homicidas echándole vista a sus próximas víctimas. En esta escena participa uno de los íconos del grupo de Cali: Eduardo la Rata Carvajal.
En la selección musical nos deleitamos con una mezcla sonora un poco propia de los jóvenes caleños: Let it Bleed (The Rolling Stones), la banda de rock favorita de Ospina; Pa fricassé los pollos (Daniel Santos)…
En el largometraje se puede observar algunos elementos de tradiciones y creencias, Ospina nos muestra la superstición en la profecía de don Humberto cuando levanta la tapa de la taza de azúcar, la cual está invadida de hormigas, y manifiesta que habrá una huelga en el ingenio por parte de los cortadores de caña. Segundos después, Adolfo es llamado para atender una situación en el ingenio y este, a regañadientes, le reprocha a su padre por su profecía.
Otro signo de superstición se observa al final de la película, cuando ya ha transcurrido un año de la muerte de don Humberto y sus familiares en compañía de los trabajadores se dirigen al cementerio donde descansan los restos del patriarca, pero se llevan la gran sorpresa de encontrarse con una multitud alabando la tumba, que le adjudican milagros y piden ayuda a este ser como si se tratara de un santo.
Conviene recordar que en el desarrollo de la obra se da espacio a los medios de comunicación, los cuales informan sobre el terror que golpea a la ciudad por la aparición de los niños drenados y muertos, dando pie a la creación de la imagen del Monstruo de los Mangones.
La obra fue rodada desde el 23 de noviembre de 1981 hasta el 2 de enero de 1982, por lo que el ambiente decembrino se pudo observar en la celebración del día de las velitas, la danza de los niños disfrazados de diablitos –la cual ha sido una tradición que ha tratado de sobrevivir hasta ahora– y también la celebración de las novenas, en donde ocurre un temblor que causa la descompensación del magnate al aflojarse la manguera que le suministraba sangre, generando un charco de sangre fatal.
Jamás olvidaré el inicio de la película, unos baldosines manchados de sangre. Pueden verse como el simbolismo de las casas antiguas, donde el suelo de los pasillos estaba cubierto por aquellas baldosas de manera bicolor. Puedo atreverme a suponer que varios coincidimos con aquella imagen, evocando la casa de los abuelos o la finca de los fines de semana.
El mismo Ospina admitió el guiño hacia la película Nosferatu (1922), del alemán Friedrich Wilhelm Murnau. El maquillaje, a cargo de Rubén Darío Serna, nos presenta a un don Humberto petrificado, enfermo, lúgubre. Eso impresiona. Observamos los pulgares de la mano con las uñas largas, como las llevaba Nosferatu (Max Schreck). También la escena donde la monja (Patricia Bonilla) va levantando a don Humberto por medio del accionar de la palanca de la camilla, la pantalla nos muestra la sombra de este ser que es levantado poco a poco, esto nos recuerda al movimiento de la sombra de Nosferatu, una cosa monstruosamente asombrosa.
Además, encontré otros referentes que me parecieron bastante particulares: en la pecera de Adolfo, entre los adornos, existe un esqueleto pequeño, mientras que en la obra de Murnau el reloj tiene un esqueleto que se asoma al marcar la hora. Por otro lado, la ubicación del cuarto de don Humberto es en un piso elevado de un conjunto residencial, lo cual le permite ver la ciudad a lo lejos, al igual se puede apreciar el camino del río; en Nosferatu el castillo del protagonista se encuentra en lo alto, y cuando Hutter (Gustav von Wangenheim) abre la ventana del cuarto donde se encuentra para tratar de escaparse, se asusta por la altura y observa el río bravío que está al lado del castillo. Otra característica notable es la prevalencia del anochecer, los homicidas usan la oscuridad de la noche para atacar a sus víctimas, al igual que Nosferatu, quien aprovecha la noche para salir.
En cuanto al afiche de la obra, fue tarea de Carlos Duque, quien supo plasmar la idea principal en la ilustración de un anciano con signos de sangre en su boca mientras carga a un niño. Ospina contó con un grandioso equipo técnico para la elaboración de esta joya del cine colombiano, como lo fue el sonidista Phil Pearle, el storyboard a cargo de Karen Lamassonne, el vestuario por parte de Ivonne Genrich, la asistencia de montaje por parte de Karen Lamassonne y Elsa Vásquez, donde tengo que reconocer su labor en los detalles, por ejemplo, en la película observamos varios objetos de color rojo: la cobija con la cual estaba cubierto don Humberto al llegar de Estados Unidos, el carro en donde se transportaba Perfecto, el esmalte de uñas que usa la enfermera en una escena, la nevera donde se transportaba la sangre y termina siendo usada para guardar unas gaseosas. También la generación del ambiente en el cuarto donde se encontraba el enfermo, a pesar de ser un complejo de vivienda se conserva la pulcritud de las sábanas blancas, las cortinas y los accesorios aumentando la tensión del ambiente, un blanco clínico, un blanco enfermo.
La manera como concluye el conflicto es épica, ya que, tiempo después, en el periódico se relata la captura del Babalú, quien se adjudicó los asesinatos y también en la pantalla aparece este personaje dando un discurso terrorífico mientras lo entrevista el periodista televisivo. Definitivamente Pura Sangre es una película caleña de vampiros donde nos dio en la vena a más de uno.