Julián David Correa*
Medellín es una ciudad entre montañas donde se pierde el horizonte, y donde algunos dejan que su pensamiento quede atrapado. En Medellín todas las artes, y en especial el cine y la literatura, han sido una manera de superar esas montañas para descubrir que hay muchas formas diferentes de vivir, y que hay muchas historias que se suman a las historias que se han ido volviendo el relato oficial de nuestros territorios. Medellín es la ciudad donde nacieron Santiago Andrés Gómez y Víctor Gaviria, es la tierra donde ambos descubrieron las posibilidades del cine.
Por túneles de letras y por túneles de luz, nuestras miradas cruzan las montañas del Valle de Aburrá y las fronteras de Colombia. En la construcción de esos túneles hay muchos nombres importantes, como el del primer maestro de Santiago Andrés Gómez, Luis Alberto Álvarez, y del hombre que creó los instrumentos para que la labor de Luis Alberto y la de muchos otros fuera posible: Paul Bardwell. Junto con ellos, están los nombres de las tres personas que Santiago Andrés ha hecho personajes de este libro: Marta Rodríguez, Luis Ospina y Víctor Gaviria.
El aporte de estos tres maestros a la construcción de una cinematografía nacional es esencial. Los reconocimientos internacionales de estos tres autores son bien conocidos, y se inician con la Paloma de Oro en el Festival Internacional de Cine de Leipzig al documental Chircales (Marta Rodríguez y Jorge Silva, 1965-1971), el primer premio internacional de importancia que haya ganado un filme colombiano. Los reconocimientos que Marta, Luis y Víctor han tenido en otras tierras son valiosos, pero su aporte más importante ha sido el de hacer que los colombianos se descubran de maneras diversas a través del registro de las transformaciones en nuestra historia, en nuestros valores, sueños y contradicciones.
Este libro de Santiago Andrés Gómez le ofrece al lector otro túnel, un camino para descubrir otras colombias posibles gracias a conversaciones con tres maestros que son tres amigos. La detallada información que el autor ofrece sobre la obra de estos tres artistas, camina junto al lenguaje cotidiano, a las conversaciones francas y cercanas que hacen de esta obra un texto accesible a cualquiera que esté interesado en nuestro cine y en nuestras historias. El cine colombiano es necesario, y escribir sobre cine también lo es. Nuestras reflexiones con imágenes en movimiento han cambiado la manera como nos vemos, y la reflexión sobre esas imágenes es más que cinefilia, es otra oportunidad de cambiar el país.
En un texto anterior a este prólogo decía que hacer cine es mucho más que encontrar excusas para vender gaseosas y crispetas, es construir representaciones nacionales que transforman el pensamiento. Es necesaria la creación de cine, y también la reflexión sobre el cine. Hoy lo reitero y de nuevo me pregunto: ¿Qué significa hacer cine y escribir sobre cine en un país que va de guerra en guerra, y donde las necesidades básicas no han sido satisfechas? Una función de la escritura sobre cine en Colombia ha sido la construcción de una expresión audiovisual. Nuestra tinta ayudó a definir el camino de algunos creadores, el surgimiento de nuevos gestores culturales y la fundación o transformación de instituciones estatales (la Dirección de Cinematografía del Ministerio de Cultura y la nueva cinemateca de Bogotá, para poner dos ejemplos). Nuestras letras también han construido túneles, estas letras no son un objeto inútil.
Sabedores del cine colombiano. Régimen de criterios, vol. 2, de Santiago Andrés Gómez Sánchez (Pluriverso Editorial, 2020)
*Prólogo del libro