Melissa García
Al montarse en el viaje de esta película pareciera salir un hedor a orín y basurero. Alivia recorrer aquellas calles en carro, para irse rápido de ahí. El corto responde a esa repelencia y tampoco se atreve a permanecer más. Al seguir en el filme, una se instala en la experiencia de que no hay formas agradables de irse y que hay otros aires en esa ciudad.
Es curioso ese desplazamiento nocturno a mitad del filme, nuevamente por unas calles sucias y caóticas. Esa es la ciudad que han creado y las calles que tal vez sugieren necesarias para llegar a los personajes. ¿Son esas las «ruinas» sobre las que baila esta generación retratada? ¿o es ese el escenario tan solo de una de las aristas que rodea a estos jóvenes?
Es convencional que el cine proponga un pacto donde sus personajes protagónicos generan todo tipo de empatía, o por lo menos estos se dejan ver en pleno, antes de que les surja un conflicto. Así, al llegar a este punto, quien en su posición de público ha creado un vínculo con las personas en pantalla, tal vez sentirá como suyo también ese conflicto.
No obstante, aquellas apuestas narrativas que parten desde los hechos impactantes, han optado por la vía de que, una vez sus personajes llegan al punto más álgido, entonces en adelante, se retrate un acercamiento más íntimo. Este podría ser el caso de Son of Sodom que, tras presentar en los primeros minutos la muerte de un joven por sobredosis, ha seguido el camino que conduce a conocer a este chico desde lo íntimo. Pareciera la dinámica del shock generado por un evento traumático, que finalmente empuja a la búsqueda por el entendimiento de la naturaleza que rodea esta circunstancia.
En el trazo de esa exploración, se insiste en subrayar una relación forzada con la violencia que ha tocado a los jóvenes de los años ochenta, especialmente en alusión a los jóvenes de aquellas periferias que Gaviria filmaría con maestría por primera vez en Medellín. Hablo de los No futuros de entonces, y salta la duda sobre seguir la ruta que este documental propone. Relacionar dos espacio-tiempos y círculos sociales con dinámicas tan distintas, ¿ha sido consecuencia de la ola de documentales autorreferenciales que hilan historias personales con la cara hostil del país? Creería escuchar la voz de un director que pugna por abordar un tema que le inquieta, más desde sus reflexiones personales que desde un hallazgo tangible en la obra filmada.
En el trazo de esa exploración, se insiste en subrayar una relación forzada con la violencia que ha tocado a los jóvenes de los años ochenta…
En todo caso, ha podido ser una relación más interesante si respondiese a la vida que allí lograba reflejarse en otros momentos. Y a fin de cuentas la búsqueda, por comprender esta naturaleza a la que se acerca en un callejón encerrada, parece muerta.